A partir de hoy elblogdelcerro presentará Página Negra, un segmento semanal que publicará una serie de investigaciones sobre violencia en el fútbol, realizadas por el célebre periodista croata Mirko Rupto. En esta primera entrega, Rupto, que en época de la Guerra de los Balcanes huyó a la Argentina y se radicó en Bella Vista, intentará presentar, con nombres propios, a los integrantes de la barra brava del Cerro Paceño, La Muñiz, que hizo su presentación durante el entretiempo del partido de sábado.
de izquierda a derecha: El Cubano, El Ratón, El Gordo Córdoba y Jero El Rojo.
El Daewoo Tico gris avanzaba raudamente por la Avenida Santa Fe, en Bella Vista. El partido había arrancado hace rato, pero en el manual de procedimiento de todo buen barra brava está marcada a fuego la premisa de llegar, al menos, 20 minutos tarde. Sin embargo, al ser barras de un equipo amateur del Conurbano Bonaerense este margen de tiempo se amplió a los 40 minutos.
Dentro del auto estaba la cúpula entera de La Muñiz, la feroz barra brava del Cerro Paceño, formada casi de apuro cuando se confirmó que el equipo de Michi y cia. iba a participar del torneo: su líder, Julio Fossa, conocido como El Ratón, un joven estudiante que mamó el comunismo desde la infancia gracias a su tiempo viviendo en Cuba y luego hizo lo propio con las tácticas terroristas de la ETA, cuando se radicó por unos meses en España, y la mano derecha de éste, Nicolás Córdoba, alias El Gordo, un sumiso ex integrante de la fracción armada de la barra de Sportivo Italiano que se dedicó al negocio de los juegos en red luego de tres entradas a diferentes comisarías. También estaban Jerónimo Sucksdorff, alias El zurdo Jero o El Rojo, un muchacho de 21 años, de imponente porte, cuyas ideas extremas llegaron a granjearle el afecto de poderosos lideres como Fidel Castro y Hu Jintao, y Esteban Chaves, alias El Cubano, un empresario de dudosa moral, dueño de un piso en Recoleta aunque el único trabajo legal que se le conoce es un Call Center.
La Muñiz hizo su ingreso a la cancha 5 del predio justo cuando comenzaba el segundo tiempo. Varios plateistas tuvieron que moverse a otro sector del estadio, horrorizados por lo amenazador de las miradas y el olor a alcohol de sus integrantes. “Estábamos tranquilos mirando el partido y de repente llegaron estos señores”, declaró un plateista que solamente dijo llamarse Santiago. “¿Quienes son? ¿Quién les paga el sueldo?, esto es aberrante”, continuó.
Las jerarquías dentro de la barra quedaron a la vista al instante: en el medio del cúmulo, de anteojos negros y con una estatura un poco inferior al resto, El Ratón dominaba la escena. Era quien proponía los cantos y quien manejaba las movidas del resto. El Gordo, a su derecha, parecía más preocupado por no desfallecer de insolación que por cantar. El popular canto de “El que no salta es un inglés…” pareció emocionar especialmente a Jerónimo, cuyo odio visceral al imperialismo fue la razón que lo llevó a unirse a la barra del Cerro. “Es el equipo más socialista del Torneo. Acá conviven el negro, el torpe, el bueno, el que escabia mas, el que escabia menos. Por eso los sigo a todas partes”, declaró una vez en el prestigioso programa El Móvil.
La ausencia mas notoria de la jornada fue la del eterno goleador Pedro Caruso, frizzado por el cuerpo técnico de equipo por la grave pelea con Diorio entre semana. Se dice que Caruso sería socio del Ratón y El Gordo en un emprendimiento inmobiliario, y es por eso que el cántico “Caruuuso, Caruuuso…” sonó varias veces, casi como una declaración de guerra hacia los jugadores, en los momentos en que el equipo no encontraba su mejor juego.
Terminado el encuentro se pudo ver a los 4 miembros principales hablando “en términos amistosos” con algunos jugadores del Cerro. “Los muchachos nos vinieron a pedir algo de plata para la nafta del Tico y el mantenimiento de los trapos (inexistentes por el momento), es algo normal, ellos vienen a alentar y esperan una retribución, pasa en todo lados”, declaró un jugador del Cerro que no quiso dar su nombre.
Así están las cosas hoy por hoy en las tribunas del Cerro Paceño. Lamentablemente por culpa de los inadaptados de siempre queda reducido un espectáculo deportivo memorable. Esperemos que la connivencia de dirigentes y jugadores se termine para que se pueda erradicar, de una vez por todas, este vicio que mancha al fútbol desde las épocas del Abuelo Barrita o de Rodrigo el Santacruceño, el primer capo de la barra del Cerro. Solamente ese día podremos volver a gozar cuando ruede la pelota.
Por Mirko Rupto
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