No sé que decir realmente..tres minutos para la mayor batalla de nuestras vida profesionales. Todo se resume hoy día: o sanamos como un equipo, o vamos a tambalear. Pulgada por pulgada, jugada por jugada. Hasta que hayamos terminado. Estamos en el infierno ahora, caballeros. Créanme. Y, podemos quedarnos aquí, y que nos saquen la mierda. O podemos luchar por nuestro camino de regreso hacia la luz. Podemos escalar fuera del infierno.
Una pulgada, por momento...
Así comienza el discurso de Tony D´Amato (Al Pacino) a sus jugadores en una de las mejores películas de deporte que se hayan hecho: Any Given Sunday. Ese mismo que Diego Simeone alguna vez usara para motivar al plantel de Estudiantes, minutos antes de la definitoria final ante Boca....
El domingo el Cerro Paceño consiguió el bicampeonato luego de ganarle por 1-0 a Los Amigos de Piraña, tras jugar casi todo el partido con 10 hombres por la expulsión de Virulana Viscoli. Con entrega y mucha garra; con juego e inteligencia. El Cerro consiguió un campeonato que tan sólo dos semanas atrás ni el más optimista hubiera creído posible. Pero fue sumando de a pulgadas, una a una.
Ustedes saben, cuando uno se vuelve viejo que en la vida las cosas te las van quitando. Eso, eso es parte de la vida. Pero eso solo lo aprendes cuando empiezas a perder cosas. Te das cuenta que la vida es solo un juego de pulgadas. Y así es el fútbol. Porque en cualquier juego, en la vida o en el fútbol, el margen de error es tan pequeño...Quiero decir, medio paso muy tarde o muy adelantado y no lo logras hacer. Medio segundo muy lento o muy rápido y no lo logras atrapar. Las pulgadas que necesitamos están por todas partes, a nuestro alrededor. Están en cada pausa del juego. En cada minuto, en cada segundo...
Fue 1-0, con un gol de Nacho Meroni en el cual la pelota entró pidiendo permiso. El defensor pirañero no la pudo sacar por pulgadas. Pulgadas. Esas que están en todas partes. Y cuando más las necesitaba, el Cerro las encontró cerca del arco del equipo rojo.
En este equipo, nosotros luchamos por esa pulgada. En este equipo, nos destrozamos, y destrozamos a todo el que esté a nuestro alrededor en pedazos por esa pulgada. Nos agarramos con nuestras uñas de las manos por esa pulgada. Porque sabemos que cuando sumemos todas esas pulgadas, eso va a hacer la PUTA DIFERENCIA ENTRE GANAR Y PERDER, ENTRE VIVIR Y MORIR.
Los volantes se duplicaron luego de la tempranera expulsión. La entrega de Mauro Michi, Caco Piñeiro y Valentín Caironi fue admirable. Y una de las razones de la victoria. Otra fue la defensa. Martin Masera jugó un partido consagratorio, Baya fue siempre salida, Darío Michi volvió a su mejor versión, Cristian Bretto clausuró la banda derecha y Lukitas ganó todo, de abajo -como siempre- y de arriba, como si midiera metro ochenta. Todo eso sumado a la seguridad del Rubio, pieza clave del campeón.
Les diré esto: en cualquier lucha es el hombre que está dispuesto a morir el que va a ganar esa pulgada. Y yo sé que si estoy dispuesto a tener una vida es porque todavía estoy dispuesto a luchas y morir por esa pulgada, porque ESO ES LO QUE SIGNIFICA VIVIR, LAS SEIS PULGADAS EN FRENTE DE TU CARA.
Los delanteros corrieron todas y supieron cuando relevarse para hacerle un bien al equipo. Caruso, que ante todo juega para el equipo, fue la rueda de auxilio de la mitad de la cancha y las corrió arriba cuando fue necesario. Nacho y Guchi le imprimieron su velocidad a los bochazos de los volantes. Guido Caironi se fajó con los centrales, corrió todas y casi hace un épico gol al final.
Ahora, yo no puedo obligarlos a hacerlo; tienen que mirar al hombre que tienen a su lado, mirarlo a sus ojos. Y van a ver a un hombre que está dispuesto a recorrer esa pulgada con ustedes. Van a ver a un hombre que esta dispuesto a sacrificarse por este equipo porque el sabe que cuando todo se resume en esto, ustedes van a hacer lo mismo por él.
Baya cayó, fulminado por el cansancio. Miles de brazos se elevaron en el aire, miles de gritos desahogaron la bronca contenida. El árbitro había pitado el final y el Cerro lo lograba. De nuevo. La cancha parecía una mera mancha verde debajo de los pasos agitados de público y jugadores que corrían a fundirse en un abrazo interminable. Eterno. El del deber cumplido; el de la amistad. Se habrán cruzado las miradas de los jugadores del Cerro, en medio de la euforía, los pases de mano de la copa y las felicitaciones. Para verse, para felicitarse... Para agradecerse por haber recorrido esas pulgadas entre todos.
Eso es un equipo, caballeros. O sanamos ahora, como un equipo, o vamos a morir como individuos. Eso es fútbol señores. Eso es todo lo que es. ¿Ahora, qué es lo que van a hacer?
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