No se trata de un esquema posicional. Es algo sentimental. A tomar nota los técnicos, porque esta receta nunca falla. Pues bien: sostengo que el afecto entre los integrantes de un equipo, lo torna invencible. Por eso no debemos burlarnos socarronamente de aquellos que hablan del "grupo humano". Algo sospechan estos caballeros.
Yo recién lo descubrí hace poco. Una frase de Menotti me lo reveló. El flaco le puso nombre a algo que yo sentía desde hacía mucho tiempo. ¿Por qué uno quiere en su equipo a ciertos tipos? ¿Porque juegan bien? ¿Porque se adaptan mejor al juego de uno? No. Uno los elige porque los quiere más. Ahora lo sé bien. Y sé que nunca podría jugar un buen partido con compañeros a quienes detestara. Es así.
Uno está dispuesto a alentar al que se equivoca, si hay afecto. Uno ayuda al que está en apuros, si hay afecto. Uno se mata cuando escucha al amigo que le grita "Bien, Negro". Y este afecto, este viril cariño, es lo mejor que tiene el fútbol. Este juego, señores, no es una escuela de vida, ni una filosofía, ni una cosmovisión, como pretenden hoy en día los deportistas presuntuosos. Pero el solo hecho de aprender a cinchar por un fin común y sacar la cara por el compañero basta para recomendar su práctica con todo calor.
El puntero llega al fondo de la cancha. Se dispone a lanzar centro. Yo estoy en el medio del área. Muy marcado. El puntero no centrea. Elude a su marcador y se viene hacia el área. Uno de los que me marcaba lo va a buscar. En ese momento me la toca. La pelota viene rasante, firme. Yo presiento algo detrás mío. Amago el remate, pero abro las piernas y la dejo pasar. A mis espaldas entra, imparable, el compañero. Le pega un derechazo terrible. Gol. Cuando vuelve me guiña el ojo. Al pasar me toca, apenas. Casi sin mirarlo le digo "Bien, che". He pensado en él. He confiado en él. Somos amigos. Soy feliz.
Buenas tardes.
Yo recién lo descubrí hace poco. Una frase de Menotti me lo reveló. El flaco le puso nombre a algo que yo sentía desde hacía mucho tiempo. ¿Por qué uno quiere en su equipo a ciertos tipos? ¿Porque juegan bien? ¿Porque se adaptan mejor al juego de uno? No. Uno los elige porque los quiere más. Ahora lo sé bien. Y sé que nunca podría jugar un buen partido con compañeros a quienes detestara. Es así.
Uno está dispuesto a alentar al que se equivoca, si hay afecto. Uno ayuda al que está en apuros, si hay afecto. Uno se mata cuando escucha al amigo que le grita "Bien, Negro". Y este afecto, este viril cariño, es lo mejor que tiene el fútbol. Este juego, señores, no es una escuela de vida, ni una filosofía, ni una cosmovisión, como pretenden hoy en día los deportistas presuntuosos. Pero el solo hecho de aprender a cinchar por un fin común y sacar la cara por el compañero basta para recomendar su práctica con todo calor.
El puntero llega al fondo de la cancha. Se dispone a lanzar centro. Yo estoy en el medio del área. Muy marcado. El puntero no centrea. Elude a su marcador y se viene hacia el área. Uno de los que me marcaba lo va a buscar. En ese momento me la toca. La pelota viene rasante, firme. Yo presiento algo detrás mío. Amago el remate, pero abro las piernas y la dejo pasar. A mis espaldas entra, imparable, el compañero. Le pega un derechazo terrible. Gol. Cuando vuelve me guiña el ojo. Al pasar me toca, apenas. Casi sin mirarlo le digo "Bien, che". He pensado en él. He confiado en él. Somos amigos. Soy feliz.
Buenas tardes.
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